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jueves, 5 de noviembre de 2009

3.2 Nuestra estancia en la Fundación Vicente ferrer

Días 27,28 y 29 de julio de 2.009

Pincha para ver más fotos. Son muy interesantes.




Llegamos a Anántapur. Siguiendo los consejos que habíamos recibido y una vez fuera de la estación, preguntamos por el R.D.T. (el recinto central de la Fundación).“¿ar-di-ti, please?”. Tampoco es que hubiera hecho falta. Dos tipos como nosotros que se bajan en Anántapur no es difícil saber a dónde van. El ricksaw recorre la ciudad, primero por avenidas, luego por una zona  más abigarradas. Las calles están sucias, con el habitual ir y venir de personas y vehículos; al cruzar el puente el cauce del río aparece abarrotado de basura. Salimos por el otro lado de la ciudad; por una carretera jalonada de talleres, tenderetes y gasolineras. Las cunetas encharcadas de aguas sucias quedan al borde de algunas casas miserables. Apenas un kilómetro hacia las afueras nos sorprende la entrada del R.D.T. Unos guardas de seguridad jalonan la verja de entrada y nos invitan a pasar. Como una frontera virtual, accedemos a un espacio radicalmente distinto. Algunas casas ajardinadas y algunos edificios comunitarios de hechuras occidentales se alinean en una limpísima calle central. Es tarde para recibimientos y nos asignan sin más preámbulos una de entre el centenar de casitas para visitantes. El régimen es sencillo. Hay una cantina donde poder comer de modo gratuito durante los días de estancia (no más de 3, se sugiere) y cada mañana, en función de los visitantes, nos propondrán visitas a distintos lugares donde existen obras o acciones de la Fundación.
La casa que nos asignan está muy bien. Cuatro camas en batería y un aseo con todo lo que necesitamos. Todas las casas de visitantes tienen una especie de porche exterior y una pequeña fachada policromada con dibujos de contenido social. Después de una ducha de urgencia no nos cuesta demasiado dar con la cantina. Nos ha sorprendido cruzarnos con otro guardia de seguridad. La cantina es grande, como para albergar simultáneamente a más de 100 personas. Apenas hay gente para cenar y enseguida vemos un largo mostrador habilitado como buffet. Una mesa con una decena de españoles que creemos visitantes, y otra con una familia (pareja y tres críos) canaria que está de paso. El tránsito diario de personas españolas debe ser espectacular porque somos prácticamente invisibles. La mesa de españoles, que finalmente son cooperantes residentes en la fundación, se disuelve rápidamente sin el menor gesto de interesarse por nosotros.

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