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jueves, 5 de noviembre de 2009

2.6. El Último día en Anekal

Día 26 de Julio de 2.009

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Con las primeras luces del domingo la vida de la India es apabullante: chavales jugando al criquet, un tránsito febril de motos y bicicletas… o la celebración de una boda! A las 6,45 h. de la mañana nos acercamos a la parroquia católica de Anekal en cuyo exterior los invitados se apresuraban a ultimar los preparativos. De punta en blanco. Karmelo grababa imágenes en video y yo sacaba fotografías para justificar nuestra exótica presencia. La ceremonia, católica, con muchas semejanzas con las nuestras –los cánticos, los rituales, los familiares..- congregaba a un centenar de personas. No sabemos si católicos o simplemente familiares de los novios –ellos sí, católicos-, representaban en justa correspondencia a la minoría sociológica que se abre camino  entre indues (casi el 90%), musulmanes (teóricamente el 3% en Karnataka; nosotros percibimos que son muchos más), budistas… Algunos de los seminaristas amigos se habían sumado al soporte musical de la boda (guitarras, voces). Los novios, veinteañeros, se estaban casando “mayores” en una sociedad donde aún hoy se casan en plena adolescencia y con matrimonios convenidos.
Con los últimos rituales salimos rápido hacia la residencia para coger nuestras cosas. Anil y Baabu nos llevarían hasta Bangalore, donde cogeríamos un tren de mediodía, pero querían que antes pudiéramos acompañarles a uno de los colegios de los Jesuitas en esa ciudad, el Saint Joseph. Se celebraba , entre los muchos actos conmemorativos de los 150 años de presencia de los jesuitas en Karnataka, uno especial: los 50 años en la compañía de uno de los hermanos. El colegio Saint Joseph, huelga decir, nada tiene que ver con lo que habíamos visto hasta entonces. Un salón de actos que podía ser el de Bilbao, o el de Roma. Un foro de invitados -sacerdotes y laicos, hombres, mujeres, autoridades…- que nos recordaba más al perfil social occidental al que estamos acostumbrados. Era ya tarde cuando llegamos y en apenas 30 minutos teníamos que ir a la estación; aprovechando la logística del buffet que iban a servir al final del acto, nos adelantamos comiendo algo mientras se sucedían las intervenciones de agradecimiento. Poco más. Nos despedimos de Anil con un fuerte abrazo,  queriendo él y nosotros compensar con el gesto contundente y sincero las dificultades de otros días. Un hasta pronto, porque nuestra presencia en Anekal, lo sentíamos, acababa de empezar.

Atravesar Bangalore hasta la estación de tren esta vez no nos cogió de sorpresa. Territorio conocido. La locura de los ricskaws compitiendo por los centímetros del carril, la desmesura de los barrios marginales, las motos multifamiliares, las dudosas vacas … mientras Baabu sorteaba el tráfico de la mejor manera para dejarnos a tiempo. La estación de tren es, suponemos, como cualquier otra de India. Desordenada, abarrotada de viajeros, carros, maletas y un procedimiento de asignación de asientos solo asequible a los iniciados. Llegar al andén parece el final de tus preocupaciones. Pero no. Enfrentarte a un tren de, más menos, 1000 metros y 40 y tantos vagones, con un listado de supuestos viajeros en cada vagón y…… Nos costó mucho tiempo y nervios sentarnos en nuestros asientos. Nos despedimos afablemente de Baabu. Eran las 14,15 y nos esperaban unas 6 horas para llegar a Anántapur. Nos esperaban esa noche en la fundación Vicente Ferrer.

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