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jueves, 5 de noviembre de 2009

1.3.-Visita a Basavanapura



 22 de julio de 2.009

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Pinchando en la foto puedes ver a los niños/as del Hostel 

Conocimos el “hostel” de Basavanapura, la pequeña residencia que estábamos apoyando desde primeros de año, al atardecer de ese primer día. Está en una aldea pequeña, apenas una docena de casas y casi todas alineadas sobre las acequias de la calle-camino central.
El hostel es una casa como cualquier otra de la aldea; una estancia principal -50 m2- y un espacio anejo que reúne en pocos metros la cocina-despensa, el urinario y la habitación de los enseres de los niños:. Es decir, una bolsa o maleta por niño.

Estaba claro que nos esperaban. Posiblemente desde hacía horas. Se notaba revuelo, ensayos y un ir y venir de críos y adultos. La cosa es que como nos habíamos interesado por la escuela –pública-  a la que asistían los niños del hostel, nos volvimos a subir al coche y nos llevaron a una aldea vecina  a conocerla. Anochecía ya cuando visitamos la escuela –algunas aulas abiertas al aire-  y las viviendas de Laxmipura. Algo más poblada que Basavanapura, la disposición de las casas también sobre esa calle central y sus acequias abiertas de aguas estancadas. Conocimos la “casa del pueblo”, de gestión común y que, creemos, construye el CIRW en aquellas aldeas donde van consolidando una comunidad. Una casa para reunirse, un lugar donde cuidar unas vacas también comunales….
Ya en el hostel, Anil nos comentó que era su cumpleaños y suponía que los niños, además del recibimiento que nos dispensaban a nosotros, habían preparado algo para agasajarle a él. Nos recibieron con una pequeña ceremonia en el umbral. Las pequeñas llamas, los pétalos de flor, los pigmentos, líquidos o en polvo,  de color y olor… eran imprescindibles en las ceremonias que pudimos ver y disfrutar en los días siguientes.
Los niños y niñas del hostel nos esperaban sentados, absolutamente disciplinados y con la excitación de estar viviendo uno de esos escasos días especiales. Un día de celebración y fiesta. También una buena representación de mujeres y un impactante anciano braman. No penséis en grandes derroches. Algunos detalles de ornamentación colorista, mensajes  de recibimiento en la pizarra… y una sucesión de bailes, recitativos, entrega de regalos (a Anil) y lecturas de exaltación de Taldeka –la oenegé a la que pertenecemos- por su apoyo y financiación. Karmelo y yo no sabíamos dónde meternos. Tampoco sabíamos aún que estas ceremonias de agradecimiento, con toda su liturgia, las íbamos a vivir en tantas ocasiones como hostels visitáramos. Imaginaos estar apoyando la manutención, sólo la manutención, de unos 50 niños y niñas de entre 3 y 7 años, por un costo medio de niño/día de 35 céntimos de euro! Un pequeño esfuerzo para el puñado de socios-amigos de nuestra asociación que la aldea de Basavanapuna nos reconocía de tal manera…!que  apenas podíamos disimular el rubor! Es una desproporción;  y da mucho que pensar sobre los modos y los cauces de la cooperación.
Los niños, aquí y en La India, son niños. Cuando acabó la ceremonia y se quebró la disciplina, nos sumimos en un (hermoso) caos de niños, fotos, saludos… que no olvidaremos en mucho tiempo. Las mujeres  de la aldea  y las muchachas responsables del hostel (días después las reconocíamos como residentes del hostel de chicas) nos impresionaron. La elegancia natural, sus vestidos, saris, su emoción…
De vuelta ya, Anil nos explicaba que la experiencia del hostel rural, de este que habíamos conocido en Basavanapura, lo habían partido en dos. En el de hoy residían 25 niños y niñas. Y en Vabasandra, que lo visitaremos, otros 25. También que 15 de ellos son huérfanos de padre y de madre. Y que en ese bosque que nos acompañaba de vuelta a Anekal Taluk, viven elefantes en libertad. No sé si era verdad, pero yo me quedé enganchado a todo ello, a los niños que había conocido y a los elefantes que no puede ver.

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