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jueves, 5 de noviembre de 2009

2.2 La Fiesta en el Hostel de las chicas


Día 23 de Julio de 2.009

Si pinchas en la foto encontrarás fotos realizadas durante la fiesta



Sobre la movida que se preparaba en el hostel de chicas estábamos más o menos al corriente. Era, sobre todo, la fiesta que los chicos y chicas de los dos hostels de Anekal Taluk dedicaban a Anil, a su director. Además, estaban bien aleccionados sobre la conveniencia de dedicar algunos detalles –menciones de agradecimiento en los discursos etc…- a los “benefactores de España” que no sabían ubicar muy bien en el mapa. En más de una ocasión, de hecho, hablaban de los “amigos alemanes” que habían venido a visitarles, en clara referencia a los colaboradores de Nurenberg que están apoyando desde hace tiempo muchas de las acciones del Cirw. En fin.
El hostel de chicas, no muy diferente del de chicos que está en la otra parte de la ciudad, es un edificio de dos plantas anclado en una finca de unos 3000 m2. Ya he comentado que acoge a una cincuentena de chicas de entre 8 y 18 años aproximadamente. Y destinada a acoger, cuando crezcan, a las niñas que viven en los hostel rurales de Basavanapura y Savasandra. Nos recibe Meena, la responsable de la residencia, fuera del edificio. Y no es casualidad; contiene, a duras penas, el revuelo del interior del hostel donde las chicas, pendientes de la llegada de Anil, preparan el recibimiento. Una ceremonia preciosa de agasajo y respeto para los tres que acaba cuando nos dibujan en la frente una marca de pigmento rojo. La pequeña ceremonia la llevan a cabo dos niñas y en el propio umbral de la puerta; al resto de la peña no era difícil imaginárnosla dentro del edificio. Expectantes pero no sabíamos de qué. No pasaron unos segundos desde que se había acabado el protocolo de recibimiento e invitaban a Anil, solo a él, pasar al interior. Claro! En ese momento alguno de los confabulados rompía con un pincho el enorme globo que se cernía sobre la entrada y caían Anil un montón de confetis de color y algunas otras cosas de más peso! Anil ponía una caritativa cara de sorpresa y el centenar de chicas y chicos prorrumpían en risas y aspavientos como no había visto yo en mucho tiempo. Formidable. No pude evita pensar que broma tan ingenua no habría levantado de su letargo a una gran mayoría de chavales de nuestro entorno.
En el  patio interior sobre el que se vertebra la distribución de las distintas habitaciones, nos esperaban sentados los chicos y las chicas de los dos hostels urbanos. Ordenados en ambos lados, los chicos más informales, las chicas especialmente guapas con sus saris, la fiesta discurrió amena entre discursos de los chavales, rezos comunitarios e interreligiosos (conviven indúes, musulmanes y cristianos), agradecimientos a los “amigos alemanes”, cantos y bailes. El canto y, en especial, el baile son muy importantes en el aprendizaje de estos jóvenes. Y no penséis solamente en canciones y bailes tradicionales; entre otras exhibiciones, nos ofrecieron durante unos 40 minutos una pieza de lo que yo creo que era una película de Bollywood donde, siempre por grupos, se sucedían las actuaciones, cantadas y bailadas, de chicos y chicas, pequeños y mayores, y que nos lo hicieron pasar fenomenal. Mis hijas hubieran envidiado el ambiente, el disfrute, el entusiasmo que lograban trasmitir. Una gozada.
Nos sorprendieron muchos detalles. La unción con que los niños y niñas rezaban las oraciones de ese liturgia interreligiosa que, suponíamos, resaltaba el agradecimiento a Dios o a los dioses por la oportunidad que tenían. La atención, nada fingida, con la que escuchaban a Anil, a sus mayores. La complicidad que se respiraba entre los chavales, entre sus responsables directos –Patrick, Meena, Cyril…- y ellos. La facilidad con la que todos, mayores y críos, podían pasar de situaciones de orden y disciplina, a situaciones de disfrute (bailes), de “desorden” –fotos, saludos, preguntas…- y vuelta al orden -la comida, las despedidas-. Es difícil explicarlo; quizá Karmelo lo resumió bien cuando me decía: “ estos niños y niñas están felices y orgullosos de estar en estos hostels”.
Después de estas primeras experiencias, los ratos de estancia en la residencia de los jesuitas eran cada vez más cómodos. Coincidíamos en el comedor con los residentes, estudiantes jesuitas y algunos de sus profesores. Hacían todos, hay que reconocerlo, un esfuerzo por hablar con nosotros. Las relaciones entre arroz con curry y arroz con curry son más fáciles. Aunque nuestro currículo en práctica religiosa deja mucho que desear, nos gustó –lo hicimos a diario- participar en las eucaristía con las que esta pequeña comunidad jesuita comenzaba los días. Sentados en el suelo, con poco ornamento, algunos instrumentos, la eucaristía destilaba fraternidad entre ellos. Era fácil sentirse admitido. Compartir esos momentos, creo, consiguió que nos sintiéramos cercanos a ellos a pesar de las dificultades de comunicación verbal.

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